Colombia es un paraíso en el que la magia salva lo insalvable. Donde la ficción se cruza con la realidad para entregarnos emociones y orgullos. Donde se nos infla el pecho al escuchar que nuestro himno es el segundo más bello del mundo, después de la Marsellesa de Francia. Donde es posible vivir el sueño americano, vestido de tricolor, así como lo demuestran estos colombianos.
Camila Miranda es una diseñadora hecha a pulso. Su madre le inculcó el amor por la confección. Aunque empezó estudiando Negocios Internacionales, su corazón la encaminó al Diseño de Modas, carrera que estudió en La Salle College.
Esta formación le dió a Miranda un concepto claro y conciso que llevó su primer proyecto al Monterrey Fashion Week, en México, y luego a ser reconocida por su pares como una promesa del diseño. Trabajó por un tiempo con Oliva Vlack como directora de diseño y producción, y luego fundó su propia marca: Camila Miranda.
Con la ayuda de sus padres (un economista y una emprendedora que ahora es su directora de producción), la marca ha logrado reinventarse con el paso de los años con pilares fundamentales como lo son: el reciclaje, la pintura y Colombia como tema de inspiración.
“Mi concepto se ha inspirado en el reciclaje. En mi oficina, en la calle 93, los muebles son reutilizados y aprovecho todos los materiales que sobren en nuevos diseños. Todo es una economía circular”, comenta Miranda.
Gracias a este concepto, Miranda ha llamado la atención de diseñadores como Ricardo Pava y Hernán Zajar en el Bogotá Fashion Week (BFW) y en concursos de Jóvenes Diseñadores de la Secretaría de Desarrollo que la llevó a representar al país en el Festival de la Seda en Tailandia.
“Me acuerdo que la convocatoria fue un día después del BFW, estaba cansada y tenía todos los vestidos en esta instalación. Sin embargo, algo dentro de mí dijo que me presentara, así que llevé dos vestidos y el portafolio”.
Con un lugar lleno de diseñadores y modelos, Miranda le presentó su concepto al jurado, que la eligió como una de las tres finalistas. “Luego la esposa del embajador en Tailandia, Astrid Amaya, me eligió por el concepto de siluetas rectas, que le pueden quedar bien tanto a una niña de 15 años como a una señora de 60; el tema de reciclaje y la economía circular”.
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